LIBROS

La estación de la calle Perdido, China Mieville

Debe reconocer que el libro lo he terminado a la tercera intentona. La Estación de la calle Perdido de China Mieville no es precisamente un libro al uso y tanto su extensión (excesiva para mi gusto), como la mezcla de temáticas, pueden echar atrás a muchos de los lectores.

INTRODUCCIÓN

La Estación de la calle Perdido es la segunda novela de China Mieville y primera dentro de la llamada trilogía del Bas-Lag, un universo ficticio creado por autor donde conviven la tecnología, la magia (llamada aquí taumaturgia), el steampunk y toda una serie de razas. Junto a esta novela, existen otras dos dentro del mismo universo: La cicatriz (2002) y El Consejo de hierro (2004).
Vaya por delante que el libro tiene una originalidad bastante elevada y gratificante. En este aspecto, el autor, China Mieville, consigue utilizar diversos elementos de varios géneros y aglomerarlos de manera efectiva, montando un crisol que no se había visto antes en la literatura fantástica.
De este modo, bajo el nuevo estilo denominado “New Weird” con sus componentes de fantasía, historia urbana, terror gótico, steampunk, aire victoriano y ciertas gotas de ciencia ficción hard, la historia avanza, muy lenta al principio, pero acelerando bastante al final, una vez introducido el lector en el ambiente cerrado y opresivo de la ciudad.

SINOPSIS

El protagonista de la Estación de la Calle Perdido es, sin lugar a duda, la ciudad de Nueva Crobuzón, una megalópolis creada a base de capas y más capas verticales donde la oscuridad, la inmundicia, el crimen y cualquier horror lovecraftiano tiene cabida. No sólo la inclusión de varias razas no humanas, y que el autor se encarga de mostrar con bastante imaginación a la hora de describirlas, desde los khepri con su torso humano y cabeza de escarabajo con una estructura social de colmena y unas habilidades artísticas interesantes, a los Vodyanoi, una especie de anfibios y pasando por los Garuda, un especia de mezcla entre humanos y águilas con un sentido del honor algo anticuado.
En este escenario caótico es donde se desarrolla la acción y donde Mieville nos describe, de manera algo extensa y en puntos de manera innecesaria, todo lo que nos podemos encontrar en la ciudad. Esa excesiva extensión descriptiva en la primera parte de la novela es lo que me echó atrás las dos primeras veces que me puse a leerla. Alabo la intención del autor por introducirnos en el alma de la ciudad, por familiarizarnos con todos los rincones y entresijos de su estrechas calles, el submundo y sus habitantes, pero en muchos momentos peca de excesiva esa descripción. Por ejemplo, cuando el personaje principal debe desplazarse al barrio donde viven los khepri, no explica todos los cruces, anécdotas e historia de casi cualquier edificio con que se cruza, repito, es loable su intención, pero dedicar el primer tercio del libro meramente a describir el entorno sin que la historia avance prácticamente nada, es una losa difícil de sobrellevar.
La historia se centra en Issac Dan der Grimnebuli, un científico humano que ha sido apartado de su trabajo como investigar universitario por su mala praxis. Issac, que tiene una relación oculta y prohibida, dado su carácter tabú de inter-especie, con Lin un khepri, recibe el encargo de un garuda caido en desgracia y que ha perdido sus alas por un castigo para que pueda volver a dotarlo de la capacidad de volar. Issac se involucrará de manera casi obsesiva en esta tarea, utilizando los recursos monetarios del garuda para buscar cualquier solución, ya sea aplicando la tecnología, o recurriendo a la magia oculta.
Por otro lado, también Lin recibe un encargo, en este caso, la realización de la estatua de un ser monstruoso que vive en el bajos fondos de Nueva Crobuzón y que pondrá a prueba el temple de la khrepi.
En esta tesitura, la aparición de un mal que amenaza con destruir la ciudad y todos sus habitantes hace que Issac tenga que aliarse tanto con amigos como enemigos para corregir algo que, tal vez, ha provocado él mismo con su investigación.

calle libro - La estación de la calle Perdido, China Mieville

CRÍTICA

Como decía antes, el principal punto de la novela y a veces su rémora, es la pormenorizada descripción de Nueva Crobuzón, sus habitantes y las historias que la sustentan. Así se nos narra el sistema político de la ciudad, una democracia sobre el papel pero que no lo es, al tener el poder siempre la misma clase dominante (humanos por supuesto), y relegando al resto de especies sapientes a ser meras minorías encerradas en ghettos.
También vemos el curioso sistema judicial, muchas veces aleatorio, pero siempre cruel, que, aprovechando los avances en bioingeniería, castiga a los culpables con operaciones quirúrgicas que tienen que ver con el delito cometido, convirtiéndoles en monstruos que deambulan por las calles.
El ambiente de los bajos fondos con sus criminales, gente desesperada y lugares malsanos está muy bien explicado y la narración es muy inmersiva en este aspecto. En ciertos aspecto, Nueva Crobuzón recuerda a Ank-Morphork de Pratchett, con sus barrios, callejuelas o suciedad, pero aderezados, lógicamente en este caso, con un componente más terrorífico.
La convivencia de elementos mágicos con un nivel de tecnología poco convencional es uno de los puntos fuertes. Por un lado, existe y se enseña en la universidad, la taumaturgia, una especie de magia que permite, por ejemplo, contactar con los llamados seres Elementales y realizar ciertos ritos lejos de cualquier ámbito científico, y por otro lado existe la ciencia, orientada a disciplinas tan dispares como la bioingeniería y la creación de máquinas basadas en el vapor, es decir, unos saltos tecnológicos bastante profundos.
Otro tema que se trata en profundidad es el de las minorías raciales (en este caso especies más que razas), con todo su componente de denuncia social donde un colectivo tiene oprimidos al resto de sujetos. De este modo, es entendible, por ejemplo, la relación amorosa prohibida entre Issac y Lin o que los peores trabajos sean llevados a cabo por individuos de las especies no netamente humanas.

EPÍLOGO

Una novela muy original que conjuga varios géneros en una historia que tarda en arrancar al abusar tal vez demasiado de recrearse en la descripción de la ciudad y de todos los entresijos. Cierto que es la mejor forma de introducir al lector en el entorno donde va a desarrollar la historia, pero en ese primer cuarto del libro (y estamos hablando de una obra de más de 800 páginas) la narración apenas avanza, fiándolo todo a la pura descripción. Incluso las subtramas de la escultura de Lin y las alas del garuda quedan cerradas en falso, parecen más un macguffin que un punto importante de la historia a desarrollar.
En cuanto a los personajes, Mieville se centra en Issac y Lin. Ambos han abandonado sus roles, él como profesor universitario y ella como miembro pasivo de su colmena, y dedicado a hacer lo que le gusta, experimentar caminos diferentes de la ciencia y poner su talento en la escultura, respectivamente. Ambos personajes se desarrollan muy bien durante toda la historia, mostrando el autor el anhelo de Issac ante un reto nuevo y su posterior reacción antes el caos que se desata y luego Lin con la escultura de la monstruosidad de los bajos fondos y su pérdida paulatina del miedo. Yagharek, el garuda, es otro personaje fuerte, pertenece a una raza que lo basa todo en el honor y él ha sido desposeído de sus alas por un crimen no comentado por vergüenza.
De nuevo quiero recalcar que la ambientación es lo mejor y lo peor de la novela. En el lado negativo, lo extenso y concentrado de este tema, pero, por otro lado, hay que alabar a Mieville la originalidad e imaginación para construir un mundo, una megalópolis más exactamente, y hacernos sumergir en sus callejuelas, edificios sombríos, sistema de trenes con sus inmensas estaciones, la magia, la ciencia con su lado acientífico y la gran cantidad de razas, cada una con su propia individualidad y costumbres. Todo un batiburrillo de ideas, pero ciertamente bien hilvanadas.
Un libro recomendable, pero que no gustará a toda la gente, hay que darle un tiempo y armarse de paciencia al principio, empaparse de todo lo que nos quiere mostrar Mieville y a partir de ahí disfrutar de la historia.

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